La cuadra

Estaba harta. Más que harta. Estaba hasta el moño.
A lo largo de su vida, no recordaba haber hecho otra cosa que limpiar, fregar, barrer, lavar, planchar…y total ¿para que?
Cuando era pequeña y tenía que ayudar a su madre a hacerlo, nunca recibió de ella ni un elogio por la faena bien hecha, pero si que había recibido más de un coscorrón si olvidaba algún rincón al barrer, o dejaba una mota de polvo.
A base de ellos había aprendido a hacerlo bien.
Cuando pasaban semanas y meses sin que su madre la reprendiera por haber dejado algo mal, era consciente de que su trabajo había sido perfecto, aunque no reconocido.
Y se había convertido en hábito.
Al casarse pensó que su marido sabría reconocer que siempre tenía la casa, como decía su madre: “Como los chorros del oro”, aunque no hubiese visto nunca uno y por tanto no supiera que aspecto pudieran tener.
Pero él tampoco apreciaba su labor.
Pensó que eso era algo inherente al hecho de ser un hombre y desconocer como se llevaban a cabo estas tareas, pero cuando los hijos empezaron a enredar por la casa, a menudo él le llamaba la atención si encontraba un juguete fuera de lugar o los niños habían manchado algo sin que ella se diera cuenta.
Ni que decir tiene su reacción si encontraba una arruguita, por pequeña e invisible que fuese en una camisa. La desechaba arrugándola, para que ella tuviese que volver a plancharla, fijándose más.
Y al igual que su madre había hecho, nunca había tenido una palabra amable o de admiración hacia su trabajo cuando estaba perfecto.
Los años habían ido pasando, los chicos se habían marchado a vivir sus vidas y ella seguía igual. Esclava todo el día de una casa que no era un hogar y de un hombre que hacía tiempo que había dejado de ser un marido.
El día anterior, al agacharse para recoger un papel que se le había caido, una punzada en los riñones la había dejado doblada y casi sin poder moverse.
Por la noche, al llegar a casa, a él solo se le había ocurrido decirle:
-¿Qué, has estado todo el día viendo la tele y rascándote el coño? ¿Has visto como tienes la casa? ¡Parece mentira!-
Después había cenado de mal humor, se había sentado en el sofá, cogido el mando de la tele y se había puesto a mirarla sin más comentarios.
Ella había intentado contarle lo que le había sucedido, pero solo obtuvo un: ¡Excusas! y la indiferencia de rigor.

Esta mañana él se había vestido para ir a trabajar y antes de salir le había espetado: -A ver si cuando vuelva has adecentado esta cuadra-
Tras su marcha, ella se dedicó a pasar el dedo por los muebles. En un solo día sin quitarlo, apenas si había nada; el suelo, al no haber niños, estaba limpio, excepto algunas migas alrededor de la mesa; los cristales, al no haber llovido no se habían ensuciado y todavía no tocaba limpiarlos, (llevaba un estricto plan de limpieza); no había ropa por lavar, salvo la usada los dos últimos días, ni por planchar, pues lo había hecho el día anterior al de ayer.
Entonces ¿qué había hecho que él se diera cuenta de que en todo el día apenas si había podido hacer nada?
La casa se veia limpia, ¿porqué la había llamado cuadra?.

Cogió la aspiradora para empezar su labor diaria y como tenía por costumbre miró el nivel de la bolsa por si era necesario cambiarla.
Estaba casi llena, así que se dirigió a la cocina en busca de una nueva y, de paso, hacerse un café para afrontar el nuevo día.
Mientras esperaba que el café acabara de subir y así evitar que se derramara y tener que limpiar innecesariamente la cocina tuvo una idea.

El café terminó su viaje y llenó una taza.
Se sentó a tomárselo mientras maduraba su plan.

Una vez terminado, lavó la taza, la colocó en el escurridor, cogió el cubo de la basura, que el día anterior no había podido bajar y se dirigió a la otra punta de la casa, donde ya tenía la aspiradora.
Sacó la bolsa llena de polvo de la panza del aparato y empezó a derramar el polvo de la bolsa y la basura por toda la casa, cuidando de pisar bien pisado todo aquello que pudiera dejar manchas en el suelo.
Vió un tomate que había desechado por no estar en perfectas condiciones para la ensalada y lo restregó por la mesa y por algunos muebles.
Fue a la cocina y vació el poso del café en un plato. Luego embadurnó las puertas, que por suerte eran blancas, con él.

Un par de horas más tarde dio por finalizada su labor.
Se duchó dejando la mampara abierta para que el agua mojara la alfombra y cuanto estuviese a su alcance, aprovechó para dejar el baño bien enredado, con restos de pintalabios en el espejo y manchas de jabón en el lavamanos, se vistió y cogiendo su bolso salió por la puerta.

Anochecía ya cuando él abrió la puerta y lo primero que vió fue la nota que ella había dejado pegada en el espejo.

Cariño:
Me has dicho que limpiara la cuadra, pero no creo que hayas visto nunca ninguna, así que te he dejado un ejemplo de lo que es una verdadera cuadra.
Me he ido a pasar unos días a casa de la nena.
Cuidate.
Besos.
Postdata: Me parece que no hay nada en la nevera, pero quizás encuentres algo en el congelador.
*-*-*-*-*


5 comentarios:

  1. Ainsss que historia más triste, nena, lo peor será esos casos donde no es una ficción y se convierte en realidad.
    Hoy en el espacio de el duende había una historia de esas que vemos en los telediarios y pensamos que sólo les pasa a los demás... hasta que te toca cerca como a él.
    Al menos la tuya acaba como se merece... él en la cuadra que buscaba y ella levantando el vuelo.
    A pesar de lo duro del relato me ha gustado mucho.
    Mañana me paso a leer el anterior, a ver si así poco a poco los voy conociendo todos.
    Un beso.

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  2. No se si llorar o partirme el eje con el relato.
    Mejor me rio jajaja. Menudo energúmeno, menos mal que la mujer empieza a encontrar el camino... Para mi la sobra el aviso de lo que puede cenar el marido jajaja y en tomarse solo unas vacaciones, porque el chollo de señor que tiene al lado es como para salir corriendo y no mirar para atrás.
    Lo malo es la realidad... se dan tantos casos calcados a este que cuentas e incluso peores, y todos sabemos lo que está costando
    evitarlos.
    Me gusta pensar que evolucionaremos y más tarde o más temprano este machismo desaparecerá, y la mujer se respetará así misma para ayudar al cambio y conseguirá el respeto sin necesidad de medidas especiales.
    Besos.

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  3. Hola Eulalia. Qué gran verdad y que paradoja tan cotidiana... Te envio un abrazo, te estoy echando de menos.. Evita Perona

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  4. a veces es triste cuando las palabras se vuelven realidad, e visto mxas cosas en la vida y mxos no valoran lo que tienen hasta que pasa algo que los vuelve a la realidad, una vez supe de algo parecido a tu relato, la madre habia sido una esclava hasta que colapso de tanta violencia sicologica y decidio terminar con su vida, un triste final para una triste vida.
    me gusta tu blog
    saludos

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  5. Que realidad de las de antes. Menos mal que las cosas han cambiado y si se ponen tontos las cuadras salen antes.Besos. Marian.

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