El regalo

Estaba preocupada.
Mucho. Y no sabía a quien recurrir ni qué hacer.
Su hijo había cambiado. Llevaba unos días muy extraño.
Al volver de la escuela se encerraba en su habitación y no salía hasta que lo llamaba para cenar.
Y no sólo eso. Había comprado un candado y cerraba la puerta cuando salía de casa.
¿Qué había hecho mal?
Porqué este comportamiento le daba mala espina.
Había oido demasiadas cosas acerca de los malos hábitos que podían adquirir los hijos y aunque él no disponía de demasiado efectivo, sabía que los chicos son capaces de hacer muchas cosas para conseguirlo.
¿Qué podía hacer? ¿Hablar con alguien?, si pero ¿con quien?.
¡Si su marido estuviera a su lado! El, como padre y como hombre, quizás hubiera sabido qué hacer.
Maldijo, por enésima vez, al borracho, hijo de mala madre, que se había cruzado en su camino aquel aciago día y les había privado de su compañía y su amparo.
Pensó en romper el candado, pero había dejado de considerarlo pensando que si sus peores temores se hacían realidad, quizás la reacción de su hijo fuera desmesurada y ella no deseaba este enfrentamiento.
Por otro lado sus respuestas a cosas cotidianas, su actitud mientras compartían la mesa y sus notas escolares no demostraban que hubiese habido ningún cambio en su carácter, como decían que sucedía cuando caían en la tentación de las drogas.
Se estremeció al aparecer esta idea en su mente, así, con tanta claridad.
Cada vez que pensaba en todo esto, le daba vueltas al tema obviando la temida palabra, como si el no pensar en ella imposibilitara que este fuera el motivo.
Había intentado preguntarle a su hijo el motivo de su conducta, pero él había respondido con evasivas y cambiado de tema en cuestión de segundos.
Y los días pasaban sin que ella supiera a que atenerse.
Por las noches, al acostarse, seguía dándole vueltas al asunto y acababa durmiéndose rendida por el llanto.
Lloraba en silencio, para que él no la oyese.
No es que le tuviera miedo a su hijo, pero sí que le temia a lo que las drogas pudiesen hacerle hacer.
Porqué cada día que pasaba se convencía más de que este era el problema.
Esta noche, mientras cenaban le había planteado la cuestión de la limpieza de la habitación y él le había respondido que no se preocupara, que ya se ocupaba él del tema.
-Pero se tienen que cambiar las sábanas- había insistido ella.
-No te preocupes, mamá, ya las cambiaré- había contestado él y cambiado de tema automáticamente y cuando ella había intentado insistir, pensando que por ahí podría llegar a alguna parte, él le había dicho que quería escuchar lo que decían en la tele, en la que hacían una entrevista a alguien a quien no conocían.
Finalmente ella había callado.

El domingo siguiente él le llevó el desayuno a la cama.
-¡Feliz día de la madre!- le dijo dándole un beso mientras depositaba la bandeja con cuidado de no derramar el zumo.
Había hecho tostadas y zumo y café. Incluso había una rosa junto a la taza.
De pronto retiró la bandeja diciendo –Mejor ven al comedor, estarás más cómoda y desayunaremos juntos.-

Al entrar en el comedor comprendió el porqué de la extraña actitud de su hijo y grandes lágrimas de alivio y de felicidad se deslizaron suavemente por sus mejillas.
Un cuadro de ella con su marido, copia de una fotografía que se habían hecho durante su luna de miel, presidía el comedor.
*-*-*-*-*

2 comentarios:

  1. He leído la narración. Muy interesante.

    No suele ser ese el final real en la vida.

    Pero me alegra que seas optimista y hayas querido dar una salida así a tu historia. Porque supongo que es ficticia y no está basada en la realidad.

    El blog al que te llevará este comentario no es el mío actual. Al que te llevará es uno que tengo abandonado desde hace algún tiempo. El mío actual es el de La Comunidad de El País, que ya has visitado alguna vez. Soy elfotero
    Aprovecho para agradecer tus visitas.

    Besos

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  2. Buenos días Eulalia...
    Bonita historia, muchas madres se pondrían chochas con un detalle así. Muchas no, más bien todas.
    A veces nos olvidamos que los pequeños detalles son los que nos dan la felicidad. Así que si todavía podemos imitar el gesto del muchacho...sorprendamos a nuestros progenitores aunque sólo sea con un cariñoso beso de agradecimiento.
    Que tengas un buen dia!!!!

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