Escarlata

Volvió a mirarse en el espejo por enésima vez.
Todo correcto.
El maquillaje discreto que realzaba sus rasgos, disimulando las huellas del paso del tiempo, el traje sin un arruga…
Cogió su bolso, se aseguró de no olvidar nada, llaves, agenda, documentación, dinero.
Tomaría el autobús, no podía permitirse más taxis por si…¡No! Ni lo pienses. Hoy será la buena. Piensa en positivo. Eres la mejor en esto.
A pesar de todo cogió el autobús.
Varias personas esperaban en la salita a la que la hizo pasar una joven, a la que entregó el cuestionario que le habían dado al entrar.
(Su mejor amiga le aconsejaba que dijera que había estado trabajando hasta fecha muy reciente, que nunca lo comprobaban, pero ella sabía que la honestidad era la mejor baza del ser humano).
Discretamente dio un repaso a las demás aspirantes.
La mayoría chicas jóvenes, vestidas con bastante buen gusto aunque en todas veía algún detalle que estaba fuera de lugar.
Aquella con un pendiente diferente en cada oreja, la otra con una bolita asomando en el bajo labio, la de más allá con unos zapatos demasiado absurdos.
Buscó la agenda donde anotaba todas sus citas y compromisos, cada vez más vacía de eventos, y releyó el recorte que la había llevado hasta allí:

Se precisa
Secretaria de dirección.
Buena presencia.

Meneó la cabeza con gesto de tristeza.
Se había perdido este concepto. La juventud no entendía su significado.
Le llegó su turno y la condujeron a una oficina, en la que había varias personas entrevistando a las aspirantes y frente a una mesa, tras la que había un joven con cara de hastío.
El joven le indicó con una mano que tomara asiento mientras cogía un papel de la mesa. Vio que era su cuestionario.
Tras leerlo durante unos segundos, levantó la vista y le dijo, mientras sus ojos resbalaban por ella:
-Gracias, ya la llamaremos.-
-No se moleste, ya se que no me va a llamar. Al menos podrían tener la decencia de decir que no y no dar falsas esperanzas.- le respondió con voz cansada y las lágrimas a punto de aflorar.
El joven la miró por fin. A los ojos. Miró su reloj y le dijo:
-Es mi hora del café. ¿Le apetece tomarse uno conmigo?-
Ahora la sorprendida fue ella, sobre todo al oirse responder:
-Si, me vendrá bien un café.-
-Sígame.- dijo él.
Le siguió hasta una cafetería en el ático del edificio.

Cerró la puerta de su casa con suavidad y se dejó caer allí mismo, sin importarle el traje que de poco iba a servirle ya.
Las lágrimas, tanto tiempo contenidas, desbordaron la presa de sus párpados.
Lágrimas por los años perdidos cuidando a un hombre que la había cambiado por una más nueva.
Por la rapidez con que había cambiado el mundo mientras ella se dedicaba a él en cuerpo y alma.
Por lo injusto que había sido Dios con ella no permitiendo que le diera un hijo y permitiéndoselo a la otra.
Lo injusto de una justicia que consideraba que todos aquellos años no había trabajado y le negaba el sustento.

De repente paró en seco de llorar y se levantó riendo a carcajadas.
Levantó el puño en alto e imitando a Scarlett O’Hara declamó:
-Juro por todos los diablos que no pasaré hambre.-
*-*-*-*-*


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